viernes, 17 de agosto de 2007

Yo y mi otro yo


Otredades

Un cíclope se acerca despacio, enojado, insomne. Está muy cerca de mis ojos y temo que me vea a través de su brillo, que sepa quién soy cuando estoy conmigo, que me convierta en una de los suyos. Mi boca se entibia con su aliento y me desangro del miedo a que me quiera besar. Vomitaría adrenalina si pudiera, si tuviera tiempo, pero es demasiado riesgoso moverse ahora. Bajo los párpados y suspiro entregada a una sorpresa fatal, aunque inocentemente espero un guiño del destino. Mientros pienso obviedades percibo que duda y lo miro. Lo miro de verdad. Lo miro para que se rompa enfrente mío. Alguien alguna vez me dijo que mi mirada era más sabia que mi voz. El cíclope me ataca con su pupila serena, derribando mi amenaza, parodiándola con una crueldad que inventé para odiarlo. Aspira el aire que compartimos y me dice: "Dame la mano, ninfa, yo no te tengo miedo".

La única lágrima que se me escapó cayó desnuda en su empeine y desapareció,
salada y sola,
desvaneciéndose sin culpa,
y sin camino de regreso.

miércoles, 8 de agosto de 2007

Es un charco el que refleja las miserias.
Es un clavo el que da sombra a tu espesor.
Son dos alas las que cuidan tus engaños.
Es mi sangre la que hiere tu ambición.

lunes, 6 de agosto de 2007

Cámara lenta en un triste final

Convencías al cuchillo
de salvarte la vida,
pero su odio afilaba
tus más oscuros abismos;
y fue más fuerte que
todos los pedazos de tu amor.

Al final no eran tan distintos:
intensos, confusos, eternos.

Ya no podrían mirarse
con el cuerpo entre las manos.
Ya no podrían mirarse.

Silencios inocentes

Ella quería que la desarmaran,
él no creía merecerlo.

Las manos de él lloran historias
de narrador omnisciente,
el pecho de ella las recibe
con secretos de folletín.

Los encuentros sin palabras
se nutren de lágrimas sedientas.
Los significados flotan sin cuerpo
y los latidos sudan su dolor.

Nunca le reprocharon nada al silencio
y se murieron mirándose a los ojos.